En ese momento la tierra tembló y se abrió y lo demás sólo fue muerte, destrucción, horror, lágrimas y desesperación. Hace un par de semanas Haití quedó sepultado, un país pobre y casi sin recursos donde sus habitantes luchaban diariamente por alimentarse, con apenas 2 $ al día, ahora sólo luchan por sobrevivir.
Catástrofe como la del Tsunami, como el Katrina o como muchos otros. Curiosamente este es el título de una de las asignaturas de mi Máster "Comunicación, sociedad, riesgos y catástrofes", donde se explica que una catástrofe no ocurre únicamente cuando hay algún desastre natural o de otra magnitud, ocurre si hay consecuencias, si hay muertes y destrucción.
Haití ha pasado de ser un país olvidado a convertirse en el centro del mundo. Todos nos volvemos más solidarios, los medios de comunicación abren con ellos, donaciones aquí y allá. Tal vez esto sea lo único bueno de una catástrofe de esta magnitud, que por una vez países pobres son recordados y colocados en un mapa con muchos espacios en blanco para algunas personas.
El problema vendrá cuando en un par de semanas nadie se acuerde de ellos. Los medios de comunicación se olvidarán y ellos seguirán luchando por sobrevivir. Nadie hablará de los tres mil presos que han logrado escapar y de cómo se les dispara porque no hay sitio para encarcelarlos. Nadie hablará de los miles de niños huérfanos. Nadie hablará de las miles de familias que han tenido que huir o que todavía continúan buscando un rastro de aliento entre sus seres queridos.
Nadie hablará porque somos así y para muestra un botón. Sinceramente es una lástima.